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miércoles, 10 de octubre de 2012

La ciudad de los tanques de Stalin


En el corazón de los Montes Urales 40.000 obreros trabajaron sin descanso durante la IIGM en una ciudad desconocida para los occidentales: Cherliábinsk o “Tankogrado” como se la conoce popularmente en ese país. Su misión era construir todo tipo de vehículos acorazados para el Ejército Rojo de la URSS en su lucha contra los alemanes.

Cheliábinsk está situada a 210 kilómetros al sur de Ekaterimburgo, y por ella pasa el ferrocarril Transiberiano. Durante la IIGM se construyeron en sus alrededores numerosas fábricas, a lo que hay que añadir también la instalación de industrias e institutos científicos y tecnológicos de la parte europea de la Unión Soviética entonces invadida por los alemanes. Principalmente, se trasladaron a esta zona las industrias pesadas de Leningrado y Stalingrado.

En la ciudad se construyeron enormes instalaciones para la producción de armamento (especialmente del modelo de tanque T-34 y de los lanzadores de cohetes “Katyusha”), lo que le valió el calificativo de "Tankogrado" (Ciudad de los Tanques). Además, en su región nació el célebre francotirador Vassily Zaitsev, cuya actuación en la batalla de Stalingrado fue reflejada, en parte, en el film “Enemigo a las puertas”.

El origen de esta vertiente industrial de la ciudad lo encontramos en el primer plan quinquenal soviético (1928-1932) cuando se construyó en ella una gran fábrica de tractores. Alrededor de las nuevas industrias se alzaron teatros, bibliotecas, cines, o  teatros, y poco a poco, la ciudad creció. Cuando la IIGM comenzó, el gobierno soviético estableció un polo industrial dedicado a sus crecientes necesidades militares formado por Cheliábinskm, Ninji Taguil, y Sverdlovsk . Por ejemplo, una fábrica situada en Ninji Taguil, a 400 kilómetros al norte de Cheliábinsk y especializada en vagones de tren, pasó a construir tanques T-34 desde el verano de 1941.

En una reciente entrevista a una revista especializada, el experto en esta ciudad Lennart Samuelson destaca al papel de la ciudad en el transcurso de la guerra. “Después de la batalla de Kursk –dice el historiador– ­­todo el mundo comienza a comprender que la URSS ha adquirido, a través de los carros de combate, una capacidad militar gigantesca”. Samuelson en su libro “Tankograd. The formation of a soviet Company Town.” (Palgrave McMillan 2011) afirma que la producción de tanques pesados KV se situó en cuatrocientas unidades al año y que en 1942 se produjeron más de 3.600 tanques. De esta manera, entre las tres ciudades que conformaban el polo industrial de Tankogrado construyeron 18.000 carros al año mientras que Alemania, con  más suministros de acero y carbón producía 65.100 tanques en el mismo período de tiempo.

Por otro lado, la región de Chelyabinsk ha estado relacionada desde los años cuarenta del pasado siglo con las investigaciones nucleares secretas soviéticas. En la zona están las instalaciones nucleares de Chelyabinsk-70 (conocido también por el nombre de Snezhinsk). Un grave accidente nuclear ocurrido en 1957 en la planta de reprocesamiento de combustible nuclear de Mayak, a 150 km al noroeste de la ciudad, causó un número indeterminado de  muertes en la región. El secretismo que envolvía a la zona fue tal, que la provincia fue cerrada a los extranjeros hasta 1992 aumentando el aura de ser una ciudad secreta soviética. Pero eso es otra historia…


 Aquí dejo un enlace a un programa de TV ruso sobre el t-34 subtitulado en inglés.

martes, 24 de abril de 2012

Zamiátin: un visionario en medio de la tormenta


¿Cómo describiríamos la época histórica que nos ha tocado vivir? ¿Son los años del cambio tecnológico, de la burbuja inmobiliaria, o de la sostenibilidad? ¿O son tal vez los años de la crisis económica sin fin? ¿Alguien imagina hacia dónde nos dirigimos, o el microblogging de Twitter está reduciendo nuestra imaginación a 140 caracteres de extensión?

A veces hay personas que ven más allá de lo que les rodea e imaginan cómo será el mundo de aquí a unos años, y se deciden a escribirlo. El pasado mes de marzo se cumplieron 75 años de la muerte del escritor E. Zamiátin, un auténtico visionario de la literatura de ciencia-ficción que se adelantó en décadas al imaginar, en los años 20 del pasado siglo, al precursor del “Gran Hermano” orwelliano: el “Gran Benefactor”.

El ruso Evgueni Zamiátin (1884- 1937) vivió en un período difícil calificar, pero eso sí, fue apasionante. Zamiátin nació bajo el gobierno del Zar, fue Ingeniero naval, vivió el hundimiento del Titanic, sufrió la Gran Guerra, apoyó a los bolcheviques, tuvo que exiliarse por sus ideas políticas comunistas, y sus camaradas prohibieron la publicación de su gran novela de ciencia ficción “Nosotros” (1921) donde aparece el “Gran Benefactor”.

La sensación que da ver en perspectiva la vida de este intelectual ruso es como correr bajo un cielo muy nublado y amenazante que está a punto de descargar una tormenta de grandes proporciones. Zamiátin nació como súbdito del Zar, y murió como un apátrida en Paris donde estaba refugiado al ser perseguido y censurado por el aparato represor de la URSS. Y todo gracias a dos obras. Una es “Nosotros” (prohibida en su país hasta 1988), y la otra es el libreto de la ópera de D. Shostakovich, “La Nariz” (1930). Las críticas que recibió y la marginación que sufrieron las obras del escritor durante esos años fueron el detonante que le llevó a redactar una carta al mismísimo Stalin pidiéndole que le dejara exiliarse con su mujer lejos de la URSS.

Zamiátin nació en 1884 en Lebedyán, localidad situada 300 kilómetros al sur de Moscú, en la que vivió también una temporada el escritor Mihail Bulgakov. El padre de Zamiátin era sacerdote ortodoxo y su madre, interprete musical. En 1902 el joven escritor empezó a estudiar ingeniería naval en el Instituto Politécnico de San Petersburgo mientras descubría las ideas políticas de los bolcheviques.

Tres años después, Zamiátin viajó durante 1905 a ciudades como Estambul, Salónica, Alejandría, o Jaffa, entre otros destinos. Pero la revolución de octubre le pilló en San Petersburgo donde participó activamente en ella, lo que le valió pasar una temporada en prisión y el exilio. En 1908 finalizó sus estudios. Empezó su carrera literaria en esa época, pero en solo dos años pasó de ser elogiado a estar proscrito. En 1913 publicó “La vida en provincias”, una sátira de la sociedad burguesa de provincias, por el que fue alabado como escritor. Pero en 1914, su relato anti belicista “En el fin del mundo”, que describe la vida en una guarnición en Siberia, le costó ser denunciado y procesado por el gobierno ruso.

A parte de la literatura, la otra pasión de Zamiátin era la construcción de barcos. Por este motivo, en 1916 fue enviado a la ciudad inglesa de Newcastle, en plena I Guerra Mundial para supervisar y dirigir la construcción de varios rompehielos. El ruso volvió a su patria justo después de la revolución, y formó parte de la naciente intelectualidad soviética.

Su gran éxito fue “Nosotros” (1921), novela de ciencia ficción que ha sido inspiradora de otras obras como “Un mundo feliz” (1932) de A. Huxley o “1984” (1948) de George Orwell. En su obra más conocida, influenciada por las novelas y relatos de H. G Wells, el ruso nos presenta una sociedad futura distópica o anti-utópica donde las personas no tienen nombre sino solo un número. Así, el protagonista es D-503, el constructor de una nave espacial, la “Integral”, que tiene como misión difundir en otros mundos las bondades de una sociedad que tiene como máximo dirigente al llamado “Gran Benefactor”. De esta manera, en “Nosotros” leemos los antecedentes del “Gran Hermano”, y descubrimos que los edificios en esta sociedad imaginada por el ruso son transparentes porque los ciudadanos-números no tienen nada que ocultar, y el sexo está racionado mediante cupones que dan derecho a él siempre que se encuentra alguien dispuesto a canjearlo. Los ciudadanos viven en ciudades aisladas del mundo exterior por el llamado Muro Verde.

La complejidad del planteamiento de Zamiátin lleva a leer la novela desde varias perspectivas como la filosófica, la religiosa, o desde el psicoanálisis. El escritor nos muestra una nueva sociedad, con nuevas reglas, que hace de las personas, unos seres humanos nuevos. Si son mejores o peores, si viven mejor o peor, es una decisión que nos toca a los lectores dilucidar.

Darko Suvin en su obra “Metamorfosis de la ciencia ficción” (1984) escribió sobre esta novela que, “trajo a la ciencia ficción rusa la conciencia de que un nuevo mundo utópico no puede ser un paraíso estático e invariable de una religión nueva, aunque se trate de una religión del acero, de las matemáticas, y de los vuelos interplanetarios.”

Pero sobre todo, esta novela destaca por su sentido del humor y por su sátira constante que no deja de sorprendernos. Fernando A. Moreno, en su introducción a la edición de la novela en  la editorial Cátedra el año pasado dice que “toda la novela es un enorme juego de dudas, patetismo, juegos con personas y con ideologías…Toda la novela es un inmenso y complejo juego con el lector y, desde luego, con sus protagonistas, que a más de un lector terminarán pareciendo tristes y patéticos”.

La otra gran obra de Zamiátin, aunque un poco olvidada, es la adaptación como libreto operístico del relato “La nariz” (1835) de Nikolai Gogol, escrito junto con el compositor Shostakóvich, y los escritores Georgy Ionin y Alexander Preis. Escrita entre 1927 y 1928, “La nariz” describe la historia del mayor del ejército Kovaliev cuya nariz abandona su cara y desarrolla su propia vida. En esta ópera ( a la izqda. una representación de la obra en el festival de Aix-en-Provence en 2011) podemos encontrar todo el sentido del humor y la sátira de Zamiátin que no deja títere con cabeza: militares, policías, funcionarios del gobierno, damas de la alta sociedad… Pero el aparato intelectual soviético recibió mal esta ópera. Después de su estreno en el Teatro Maly Operny de Leningrado el 18 de enero de 1930, solo se representó en dieciséis ocasiones, y no se reestrenó en la URSS hasta 1974.


Esta obra situó a Shostakovich y a Zamiátin en una delicada situación, sobre todo al escritor, que estaba viendo como sus obras no se representaban en los teatros, caso de su gran éxito “La Pulga”, y era puesto como ejemplo por otros intelectuales de “enemigo de la URSS”. Un año después del estreno de la ópera Zaimátin escribió a Stalin pidiéndole que le dejara exiliarse. En 1932, el escritor y su mujer se fueron a vivir a París.

Cinco años después, a los 53 años, Zamiátin murió en la capital gala. La prensa soviética no publicó noticia alguna del deceso. Triste final para uno de los más grandes visionarios y precursores de la literatura de ciencia ficción de todos los tiempos.