martes, 24 de abril de 2012

Zamiátin: un visionario en medio de la tormenta


¿Cómo describiríamos la época histórica que nos ha tocado vivir? ¿Son los años del cambio tecnológico, de la burbuja inmobiliaria, o de la sostenibilidad? ¿O son tal vez los años de la crisis económica sin fin? ¿Alguien imagina hacia dónde nos dirigimos, o el microblogging de Twitter está reduciendo nuestra imaginación a 140 caracteres de extensión?

A veces hay personas que ven más allá de lo que les rodea e imaginan cómo será el mundo de aquí a unos años, y se deciden a escribirlo. El pasado mes de marzo se cumplieron 75 años de la muerte del escritor E. Zamiátin, un auténtico visionario de la literatura de ciencia-ficción que se adelantó en décadas al imaginar, en los años 20 del pasado siglo, al precursor del “Gran Hermano” orwelliano: el “Gran Benefactor”.

El ruso Evgueni Zamiátin (1884- 1937) vivió en un período difícil calificar, pero eso sí, fue apasionante. Zamiátin nació bajo el gobierno del Zar, fue Ingeniero naval, vivió el hundimiento del Titanic, sufrió la Gran Guerra, apoyó a los bolcheviques, tuvo que exiliarse por sus ideas políticas comunistas, y sus camaradas prohibieron la publicación de su gran novela de ciencia ficción “Nosotros” (1921) donde aparece el “Gran Benefactor”.

La sensación que da ver en perspectiva la vida de este intelectual ruso es como correr bajo un cielo muy nublado y amenazante que está a punto de descargar una tormenta de grandes proporciones. Zamiátin nació como súbdito del Zar, y murió como un apátrida en Paris donde estaba refugiado al ser perseguido y censurado por el aparato represor de la URSS. Y todo gracias a dos obras. Una es “Nosotros” (prohibida en su país hasta 1988), y la otra es el libreto de la ópera de D. Shostakovich, “La Nariz” (1930). Las críticas que recibió y la marginación que sufrieron las obras del escritor durante esos años fueron el detonante que le llevó a redactar una carta al mismísimo Stalin pidiéndole que le dejara exiliarse con su mujer lejos de la URSS.

Zamiátin nació en 1884 en Lebedyán, localidad situada 300 kilómetros al sur de Moscú, en la que vivió también una temporada el escritor Mihail Bulgakov. El padre de Zamiátin era sacerdote ortodoxo y su madre, interprete musical. En 1902 el joven escritor empezó a estudiar ingeniería naval en el Instituto Politécnico de San Petersburgo mientras descubría las ideas políticas de los bolcheviques.

Tres años después, Zamiátin viajó durante 1905 a ciudades como Estambul, Salónica, Alejandría, o Jaffa, entre otros destinos. Pero la revolución de octubre le pilló en San Petersburgo donde participó activamente en ella, lo que le valió pasar una temporada en prisión y el exilio. En 1908 finalizó sus estudios. Empezó su carrera literaria en esa época, pero en solo dos años pasó de ser elogiado a estar proscrito. En 1913 publicó “La vida en provincias”, una sátira de la sociedad burguesa de provincias, por el que fue alabado como escritor. Pero en 1914, su relato anti belicista “En el fin del mundo”, que describe la vida en una guarnición en Siberia, le costó ser denunciado y procesado por el gobierno ruso.

A parte de la literatura, la otra pasión de Zamiátin era la construcción de barcos. Por este motivo, en 1916 fue enviado a la ciudad inglesa de Newcastle, en plena I Guerra Mundial para supervisar y dirigir la construcción de varios rompehielos. El ruso volvió a su patria justo después de la revolución, y formó parte de la naciente intelectualidad soviética.

Su gran éxito fue “Nosotros” (1921), novela de ciencia ficción que ha sido inspiradora de otras obras como “Un mundo feliz” (1932) de A. Huxley o “1984” (1948) de George Orwell. En su obra más conocida, influenciada por las novelas y relatos de H. G Wells, el ruso nos presenta una sociedad futura distópica o anti-utópica donde las personas no tienen nombre sino solo un número. Así, el protagonista es D-503, el constructor de una nave espacial, la “Integral”, que tiene como misión difundir en otros mundos las bondades de una sociedad que tiene como máximo dirigente al llamado “Gran Benefactor”. De esta manera, en “Nosotros” leemos los antecedentes del “Gran Hermano”, y descubrimos que los edificios en esta sociedad imaginada por el ruso son transparentes porque los ciudadanos-números no tienen nada que ocultar, y el sexo está racionado mediante cupones que dan derecho a él siempre que se encuentra alguien dispuesto a canjearlo. Los ciudadanos viven en ciudades aisladas del mundo exterior por el llamado Muro Verde.

La complejidad del planteamiento de Zamiátin lleva a leer la novela desde varias perspectivas como la filosófica, la religiosa, o desde el psicoanálisis. El escritor nos muestra una nueva sociedad, con nuevas reglas, que hace de las personas, unos seres humanos nuevos. Si son mejores o peores, si viven mejor o peor, es una decisión que nos toca a los lectores dilucidar.

Darko Suvin en su obra “Metamorfosis de la ciencia ficción” (1984) escribió sobre esta novela que, “trajo a la ciencia ficción rusa la conciencia de que un nuevo mundo utópico no puede ser un paraíso estático e invariable de una religión nueva, aunque se trate de una religión del acero, de las matemáticas, y de los vuelos interplanetarios.”

Pero sobre todo, esta novela destaca por su sentido del humor y por su sátira constante que no deja de sorprendernos. Fernando A. Moreno, en su introducción a la edición de la novela en  la editorial Cátedra el año pasado dice que “toda la novela es un enorme juego de dudas, patetismo, juegos con personas y con ideologías…Toda la novela es un inmenso y complejo juego con el lector y, desde luego, con sus protagonistas, que a más de un lector terminarán pareciendo tristes y patéticos”.

La otra gran obra de Zamiátin, aunque un poco olvidada, es la adaptación como libreto operístico del relato “La nariz” (1835) de Nikolai Gogol, escrito junto con el compositor Shostakóvich, y los escritores Georgy Ionin y Alexander Preis. Escrita entre 1927 y 1928, “La nariz” describe la historia del mayor del ejército Kovaliev cuya nariz abandona su cara y desarrolla su propia vida. En esta ópera ( a la izqda. una representación de la obra en el festival de Aix-en-Provence en 2011) podemos encontrar todo el sentido del humor y la sátira de Zamiátin que no deja títere con cabeza: militares, policías, funcionarios del gobierno, damas de la alta sociedad… Pero el aparato intelectual soviético recibió mal esta ópera. Después de su estreno en el Teatro Maly Operny de Leningrado el 18 de enero de 1930, solo se representó en dieciséis ocasiones, y no se reestrenó en la URSS hasta 1974.


Esta obra situó a Shostakovich y a Zamiátin en una delicada situación, sobre todo al escritor, que estaba viendo como sus obras no se representaban en los teatros, caso de su gran éxito “La Pulga”, y era puesto como ejemplo por otros intelectuales de “enemigo de la URSS”. Un año después del estreno de la ópera Zaimátin escribió a Stalin pidiéndole que le dejara exiliarse. En 1932, el escritor y su mujer se fueron a vivir a París.

Cinco años después, a los 53 años, Zamiátin murió en la capital gala. La prensa soviética no publicó noticia alguna del deceso. Triste final para uno de los más grandes visionarios y precursores de la literatura de ciencia ficción de todos los tiempos.







miércoles, 11 de abril de 2012

Philip K. Dick: la exégesis de un escritor maldito


La fama estuvo toda la vida rondando al escritor norteamericano de ciencia-ficción Philip K. Dick (1928-1982). Pero le llego tarde el reconocimiento al autor de novelas como  El hombre en el castillo (1963), ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) que inspiró la película Blade Runner, o Ubik (1969). Como otros muchos escritores calificados de “malditos”, Dick tuvo una vida llena de problemas económicos. Las adaptaciones al cine de algunas de sus obras, las constantes reediciones de sus novelas o relatos han solucionado la vida a su variada familia, que goza de los ingresos producidos por los derechos de autor que el escritor en vida apenas pudo disfrutar. Dick murió poco antes del estreno de Blade Runner, película que lo situó en ese punto de popularidad en el que el trabajo de un escritor o un artista empieza a ser descubierto por el gran público. Pero ese no fue el caso del norteamericano.

La lista de autores de ciencia ficción que apostaron por ese género, a pesar de saber que no era una salida profesional digna y que les condenaba a ser olvidados por las grandes editoriales, es casi interminable. Baste con citar al español Pascual Enguidanos (1923-2006), autor de la llamada “Saga Aznar” reconocida como la mejor serie de ciencia-ficción publicada en Europa, según la Convención Europea de Ciencia Ficción, celebrada en Bruselas en 1978).
Philip K. Dick es autor de numerosos relatos adaptados con mayor o menor fortuna al cine. Destacan La segunda variedad que se transformó en 1996 en Asesinos Cibernéticos, La paga, que se convirtió en Paychek en 2003, o El informe de la minoría (The minority report) llevada a la gran pantalla por S. Spielberg en 2002 con Tom Cruise como protagonista.

A la dcha. el director de cine R. Scott. a, la izda. P. K. D



La influencia de Philip K. Dick en el género de la ciencia-ficción es indudable ya desde sus primeras novelas escritas a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Por ellas desfilan gobiernos totalitarios, empresas que gobiernan veladamente las sociedades donde se encuentran, o las drogas como vehículo para la alteración de la consciencia pero promocionadas por empresas para que los ciudadanos no se den cuenta de la triste realidad que les rodea.
Gregg Rickman, el mayor cronista de Dick, propuso en Philip K. Dick. In his own words (1984) un esquema con tres etapas para orientarnos en la amplia obra dickiana:

  1. La primera (1951-1960), la etapa política, abarca desde los primeros cuentos hasta Confesiones de un artista de mierda.
  2. La segunda (1962-1970), la etapa metafísica, desde El hombre en el castillo hasta Fluyan mis lágrimas, dijo el policía.
  3. La última etapa (1974-1981), la etapa mesiánica, desde la experiencia VALIS hasta la publicación de La transmigración de Timothy Archer.[
No hay que olvidar las distopías  o ucronías como uno de los ejes argumentales que más cultivó Dick. El término ucronía es un género literario que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como lo ocurrió en realidad. En El hombre del castillo, Premio Hugo en 1963, Dick sitúa la trama en los Estados Unidos, 15 años después de que las fuerzas del Eje hayan derrotado a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial. En este mundo alternativo, el antiguo territorio de los Estados Unidos ha sido dividido en tres partes, ocupando su costa este fuerzas alemanas y la costa oeste fuerzas japonesas, ubicándose en medio una franja de estados autónomos.


El norteamericano también cultivó la distopía, llamada también antiutopía, que es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. El término fue acuñado como antónimo de «utopía» y se usa principalmente para hacer referencia a una sociedad ficticia, frecuentemente emplazada en el futuro cercano, donde las consecuencias de la manipulación y el adoctrinamiento masivo —generalmente a cargo de un Estado autoritario o totalitario— llevan al control absoluto, condicionamiento o exterminio de sus miembros bajo una fachada de benevolencia. En la literatura hay abundantes ejemplos de distopías, pero baste con citar 1984 de G. Orwell, Fahrenheit 451 de R. Bradbury, o Un mundo feliz de A. Huxley.

 Como ejemplo de las distopías en Philip K. Dick tenemos La penúltima verdad (1964) donde la humanidad se encuentra recluida en unas ciudades subterráneas donde se ha refugiado después de estallar la 3ª Guerra Mundial mientras un grupo de políticos y dirigentes conduce la guerra en la superficie con la ayuda de ejércitos de robots que se fabrican en los asentamientos bajo tierra.

“Realidad es lo que no desaparece cuando has dejado de creer en ella.”, dice el escritor en su novela más autobiográfica, Valis (1981). Precisamente la capacidad para percibir la realidad como algo coherente y real, o como un engaño constante que incluiría saltos en el tiempo o la participación de robots con apariencia humana, son otro de sus temas preferidos.

Pero si hay una idea central que se aparece una y otra vez y que impregna la obra de Dick, es el de la percepción de la realidad, hecho directamente relacionado con los problemas mentales que padeció el norteamericano durante toda su vida.
En Valis, Dick escribe: “Uno de los primeros síntomas de la psicosis consiste en pensar que quizás se esté volviendo psicótico […] No se puede pensar en la locura sin convertirse en parte de ella.” Y añade que “Los que padecen perturbaciones mentales no aplican el principio de parsimonia científica: la teoría más simple para explicar un cierto conjunto de datos. Prefieren el barroquismo.” De esta manera, esta novela se convierte en una especie de auto psicoanálisis de Dick, que llega a la conclusión que es un enfermo mental, hecho que no le desagrada. Pero el tema que subyace en sus últimas novelas es el encuentro con una entidad divina llamada “Cebra”, o SIstema de VAsta INteligencia VIva (en inglés: Valis).

Contactara o no con una inteligencia superior, Dick empezó a escribir de manera compulsiva una especie de diario tras sus experiencias visionarias en febrero y marzo de 1974, a las que denominó "02.03.74". Estas visiones se iniciaron poco después de que el norteamericano se viera afectado por la extracción de una muela del juicio. Cuando una repartidora de la farmacia trajo su medicación para el dolor, se dio cuenta del collar Ichthys que llevaba y la preguntó qué quería decir. Ella respondió que se trataba de un símbolo utilizado por los primeros cristianos, y en ese momento comenzaron las experiencias religiosas de Dick. El escritor experimentó más visiones, incluyendo una presentación alucinatoria de patrones abstractos y una rica información de un haz de luz rosa.


Todos estos diarios, que suman más de 8.000 páginas, se agrupan bajo el título Exégesis. En la Exégesis, Dick teorizó sobre los orígenes y el significado de estas experiencias visionarias, concluyendo frecuentemente que eran de naturaleza religiosa. La palabra exégesis significa “extraer el significado de un texto dado”, y el concepto involucra una interpretación crítica y completa de un texto especialmente religioso.


Este pasado mes de noviembre se publicó el primer volumen de esta obra en inglés editada por  Houghton Mifflin. Con todo, la obra de Dick sigue siendo desconocida para la mayor parte del público lector de ciencia ficción de nuestro país. La diversidad y profundidad temática de sus obras hacen del norteamericano un autor de culto en estos inicios de siglo XXI.