¿Cómo describiríamos la época
histórica que nos ha tocado vivir? ¿Son los años del cambio tecnológico, de la
burbuja inmobiliaria, o de la sostenibilidad? ¿O son tal vez los años de la
crisis económica sin fin? ¿Alguien imagina hacia dónde nos dirigimos, o el microblogging de Twitter está reduciendo
nuestra imaginación a 140 caracteres de extensión?
A veces hay personas que ven más
allá de lo que les rodea e imaginan cómo será el mundo de aquí a unos años, y
se deciden a escribirlo. El pasado mes de marzo se cumplieron 75 años de la
muerte del escritor E. Zamiátin, un auténtico visionario de la literatura de
ciencia-ficción que se adelantó en décadas al imaginar, en los años 20 del
pasado siglo, al precursor del “Gran Hermano” orwelliano: el “Gran Benefactor”.
El ruso Evgueni Zamiátin (1884-
1937) vivió en un período difícil calificar, pero eso sí, fue apasionante.
Zamiátin nació bajo el gobierno del Zar, fue Ingeniero naval, vivió el
hundimiento del Titanic, sufrió la Gran Guerra, apoyó a los bolcheviques, tuvo
que exiliarse por sus ideas políticas comunistas, y sus camaradas prohibieron
la publicación de su gran novela de ciencia ficción “Nosotros” (1921) donde
aparece el “Gran Benefactor”.
La sensación que da ver en
perspectiva la vida de este intelectual ruso es como correr bajo un cielo muy
nublado y amenazante que está a punto de descargar una tormenta de grandes
proporciones. Zamiátin nació como súbdito del Zar, y murió como un apátrida en
Paris donde estaba refugiado al ser perseguido y censurado por el aparato
represor de la URSS. Y todo gracias a dos obras. Una es “Nosotros” (prohibida
en su país hasta 1988), y la otra es el libreto de la ópera de D. Shostakovich,
“La Nariz” (1930). Las críticas que recibió y la marginación que sufrieron las
obras del escritor durante esos años fueron el detonante que le llevó a redactar
una carta al mismísimo Stalin pidiéndole que le dejara exiliarse con su mujer
lejos de la URSS.
Zamiátin nació en 1884 en Lebedyán, localidad situada 300 kilómetros
al sur de Moscú, en la que vivió también una temporada el escritor Mihail
Bulgakov. El padre de Zamiátin era sacerdote ortodoxo y su madre, interprete musical.
En 1902 el joven escritor empezó a estudiar ingeniería naval en el Instituto
Politécnico de San Petersburgo mientras descubría las ideas políticas de los
bolcheviques.
Tres años después, Zamiátin viajó
durante 1905 a ciudades como Estambul, Salónica, Alejandría, o Jaffa, entre
otros destinos. Pero la revolución de octubre le pilló en San Petersburgo donde
participó activamente en ella, lo que le valió pasar una temporada en prisión y
el exilio. En 1908 finalizó sus estudios. Empezó su carrera literaria en esa
época, pero en solo dos años pasó de ser elogiado a estar proscrito. En 1913
publicó “La vida en provincias”, una sátira de la sociedad burguesa de
provincias, por el que fue alabado como escritor. Pero en 1914, su relato anti
belicista “En el fin del mundo”, que describe la vida en una guarnición en
Siberia, le costó ser denunciado y procesado por el gobierno ruso.
A parte de la literatura, la otra
pasión de Zamiátin era la construcción de barcos. Por este motivo, en 1916 fue
enviado a la ciudad inglesa de Newcastle, en plena I Guerra Mundial para
supervisar y dirigir la construcción de varios rompehielos. El ruso volvió a su
patria justo después de la revolución, y formó parte de la naciente
intelectualidad soviética.
Su gran éxito fue “Nosotros”
(1921), novela de ciencia ficción que ha sido inspiradora de otras obras como
“Un mundo feliz” (1932) de A. Huxley o “1984” (1948) de George Orwell. En su
obra más conocida, influenciada por las novelas y relatos de H. G Wells, el
ruso nos presenta una sociedad futura distópica o anti-utópica donde las
personas no tienen nombre sino solo un número. Así, el protagonista es D-503,
el constructor de una nave espacial, la “Integral”, que tiene como misión difundir
en otros mundos las bondades de una sociedad que tiene como máximo dirigente al
llamado “Gran Benefactor”. De esta manera, en “Nosotros” leemos los
antecedentes del “Gran Hermano”, y descubrimos que los edificios en esta
sociedad imaginada por el ruso son transparentes porque los ciudadanos-números
no tienen nada que ocultar, y el sexo está racionado mediante cupones que dan
derecho a él siempre que se encuentra alguien dispuesto a canjearlo. Los
ciudadanos viven en ciudades aisladas del mundo exterior por el llamado Muro
Verde.
La complejidad del planteamiento
de Zamiátin lleva a leer la novela desde varias perspectivas como la
filosófica, la religiosa, o desde el psicoanálisis. El escritor nos muestra una
nueva sociedad, con nuevas reglas, que hace de las personas, unos seres humanos
nuevos. Si son mejores o peores, si viven mejor o peor, es una decisión que nos
toca a los lectores dilucidar.
Darko Suvin en su obra “Metamorfosis
de la ciencia ficción” (1984) escribió sobre esta novela que, “trajo a la
ciencia ficción rusa la conciencia de que un nuevo mundo utópico no puede ser
un paraíso estático e invariable de una religión nueva, aunque se trate de una
religión del acero, de las matemáticas, y de los vuelos interplanetarios.”
Pero sobre todo, esta novela
destaca por su sentido del humor y por su sátira constante que no deja de
sorprendernos. Fernando A. Moreno, en su introducción a la edición de la novela
en la editorial Cátedra el año pasado
dice que “toda la novela es un enorme juego de dudas, patetismo, juegos con
personas y con ideologías…Toda la novela es un inmenso y complejo juego con el
lector y, desde luego, con sus protagonistas, que a más de un lector terminarán
pareciendo tristes y patéticos”.
La otra gran obra de Zamiátin,
aunque un poco olvidada, es la adaptación como libreto operístico del relato
“La nariz” (1835) de Nikolai Gogol, escrito junto con el compositor Shostakóvich,
y los escritores Georgy Ionin y Alexander Preis. Escrita
entre 1927 y 1928, “La nariz” describe la historia del mayor del ejército
Kovaliev cuya nariz abandona su cara y desarrolla su propia vida. En esta ópera ( a la izqda. una representación de la obra en el festival de Aix-en-Provence en 2011)
podemos encontrar todo el sentido del humor y la sátira de Zamiátin que no deja
títere con cabeza: militares, policías, funcionarios del gobierno, damas de la alta
sociedad… Pero el aparato intelectual soviético recibió mal esta ópera. Después
de su estreno en el Teatro Maly Operny
de Leningrado el 18 de enero de 1930, solo se
representó en dieciséis ocasiones, y no se reestrenó en la URSS hasta 1974.
Esta obra situó a Shostakovich y
a Zamiátin en una delicada situación, sobre todo al escritor, que estaba viendo
como sus obras no se representaban en los teatros, caso de su gran éxito “La
Pulga”, y era puesto como ejemplo por otros intelectuales de “enemigo de la
URSS”. Un año después del estreno de la ópera Zaimátin escribió a Stalin
pidiéndole que le dejara exiliarse. En 1932, el escritor y su mujer se fueron a
vivir a París.
Cinco años después, a los 53
años, Zamiátin murió en la capital gala. La prensa soviética no publicó noticia
alguna del deceso. Triste final para uno de los más grandes visionarios y
precursores de la literatura de ciencia ficción de todos los tiempos.